P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles y Capellán Univ. Santo Tomás
“Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Éstos se acercaron a Felipe de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: “¿Padre, líbrame de esta hora?” ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Además de cumplir lo que establece la ley en tiempo de pascua, los extranjeros quieren aprovechar de conocer a Jesús. Su fama está muy viva en el pueblo de Jerusalén, seguramente se han enterado de los signos que ha realizado y de la expulsión de los mercaderes del templo. Todo estaba escrito en los libros de los profetas por lo tanto veían que se cumplía aquello que Dios había prometido.
Podemos pensar que mucha gente tiene curiosidad de sacarse una foto con el personaje de moda, algunos encuentran su palabra interesante, y puede ser un bonito recuerdo el tener esa postal en alguno de los muros de mi casa. Así le ocurre a Herodes, por ejemplo, encontraba simpático ver a Jesús y más aún poder verlo hacer un milagro en su casa.
Jesús, no le habla directamente a los extranjeros sino que se dirige a los discípulos. A ellos les cuenta que ha llegado su hora. Y esta hora se compara a un grano de trigo que debe ser sembrado en la tierra, es decir, debe morir para dar fruto abundante y es la comunidad quien debe tomar luego la responsabilidad de hacer presente su mensaje, su obra a todos los que lo quieran conocer. Por eso el que quiera servirme será honrado por mi Padre. Es el premio no buscado de quienes asumen la misión misma de Jesús y se disponen a comunicarlo por todo el mundo.
La renovación bautismal con la cual culmina este tiempo de Cuaresma en la pascua de Jesús tiene ese desafío. Por lo tanto, es bueno preguntarse cada uno si está dispuesto a vivir y a morir como lo hace el Señor. A entregar su vida para que otros tengan vida. No para hacerse famosos ni para recibir aplausos de todos lados. Porque normalmente el Evangelio es resistido por el mundo. Lo más probable es que se cierren puertas, se olviden de ti porque incomoda a un mundo como el nuestro el mirar a gente que sufre en Siria por una guerra intolerante. Incomoda en África que existan personas que dignifiquen a mujeres y niños que sirven como esclavos y trata de personas. Molesta un evangelio que invita a pagar sueldos justos a todo hombre o mujer trabajador. Es difícil acoger a los migrantes cuando me hacen creer que me quitan mi trabajo o son delincuentes, cuando está comprobado que no es así.
El Evangelio de Jesús es tarea de los Apóstoles, de nosotros. Es compromiso de aquellos que creemos en él. Pidamos que esta Semana Santa que viviremos muramos con Cristo para luego resucitar con él, como nos dirá San Pablo.
Domingo 18 de marzo, Juan 12, 20-33.