P. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás Talca
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. <<Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado>>. <<Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor>>. Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: <<Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado>>. <<Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor>>. Llegó luego el que había recibido un solo talento. <<Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡Aquí tienes lo tuyo!>>. Pero el señor le respondió: <<Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes>> (Mateo 25, 14-30).
Cuando conocemos a cualquier persona, siempre quedamos impresionados de lo positivo, y en otras ocasiones, de lo negativo que pueden tener. Me parece que solo depende de las convenciones que se dan en cada sociedad o cultura. Si bien es cierto, el robar o el matar son valoradas de manera negativa en todas las naciones, pero en los demás aspectos vemos como actitudes positivas la creación de obras de arte, de construir, de la capacidad de estudiar, de investigar o de exponer pensamientos de manera clara a los demás. No tiene valoración ni buena ni mala si alguien es más lento o rápido, que uno sea más proactivo que otro, dependiendo del énfasis material que se le dé a esa acción, ya que se mira desde la utilización del otro como simple objeto de producción, en ese caso.
Lo que valora el señor del evangelio es la apropiación de lo recibido como algo personal. Creo que el mensaje de Jesús tiene esa fuerza. El que uno lo deje anidar en su corazón de manera verdadera y comprometida, hace que produzca un fruto inmenso en sí mismo, pero también en la comunidad en la cual se ve ese influjo de bien creador, que incluye a los demás, que los respeta y que piensa en el futuro para dejar en herencia el bien que surge de esa palabra sembrada en el corazón del mundo.
Me cuesta creer que haya alguien que no pueda hacer producir los talentos recibidos. Es por eso que este evangelio nos da esperanza de que cualquiera que tome en cuenta las exigencias de su señor podrá de manera casi imperceptible hacer fructificar con intereses aquello que ha recibido: una persona responsable siempre deja huella; alguien que sonríe siempre contagia esa sonrisa, una persona trabajadora deja en los demás ese ímpetu, un padre que ama a sus hijos heredará en ellos una huella profunda de reconocimiento y de autoestima sana; el servidor de Dios que responde porque ha sentido el llamado vocacional aprenderá a vivir la caridad pastoral al igual que lo hace Jesús y todas sus obras y bendiciones dejarán en las personas la certeza de su mediación, el Señor nos regala a través de él esos talentos que antes ha recibido y que los ha hecho producir abundantemente.
Pidamos en este tiempo en el cual nos unimos a nuestra Madre la Virgen, que nos enseñe a recibir los talentos y a que sepamos sembrarlos para que produzcan un fruto de bien.
Trigésimo tercer domingo del año, 19 de noviembre.