P. Luis Vaccaro Cuevas
Teólogo
La imagen del Pastor refleja directamente la persona y la misión de Jesús. El texto parte de situaciones comunes que pueden darse en la vida de un hombre que desarrolla esa tarea frente a un rebaño. Lo original del texto, es que se alude a la figura del pastor, pero con rasgos que singularmente refieren a Jesús. No todos los pastores dan la vida por sus ovejas. Ni siquiera aquellos que cuidan el propio rebaño. Lo que parecería normal es que la vida del pastor esté primero y la de las ovejas, en tanto le sirvan para su bienestar y el de su eventual familia, estén en un segundo lugar.
El rasgo de la imagen, que menciona esta característica del pastor, es subrayada por el evangelista, en vista de la aplicación que de esta característica se hace el Señor a sí mismo: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas”. Se trata de afirmar que Cristo, el Señor, es no sólo quien da la vida, sino que Él mismo es el camino que conduce a la vida. Junto a esta nota importante, el texto destaca otra: junto al rebaño de Israel hay otras ovejas que no pertenecen a ese grupo; se establece un nuevo modo de pertenencia al rebaño de ese Pastor, tal como lo ha señalado en los versículos precedentes a este texto, pertenecen al rebaño “aquellas ovejas que escuchan su voz”. Es un principio de mutua pertenencia, de verdadera comunión entre el Pastor y su rebaño. Jesús remite el origen de ese amor entre el Pastor y las ovejas al inconmensurable amor que Él y su Padre se tienen. Así debe ser la comunión entre Jesús y los creyentes, comunión nacida e impulsada desde la fe y que se traduce en la obediencia. De este modo surge el nuevo Israel, que en este texto se concreta en el nuevo rebaño que es la Iglesia: el Cuerpo de Cristo donde todos pueden ser amados y tienen un lugar. Allí todos pueden sentirse ovejas amadas y llamadas por su nombre, conducidas por el Buen Pastor a los pastos de vida y de la vida que no pasa.
En este domingo oramos por las vocaciones, porque el Espíritu de Dios suscite en medio de su pueblo hombres y mujeres capaces de dar la vida por que la Pasión del Reino la compromete íntegramente. Hombres capaces de ser dispensadores de los misterios de salvación que hagan presente a Cristo Sacerdote en medio de su pueblo. Que al acoger la palabra de Dios hoy resuenen con especial énfasis las palabras de San Juan Pablo II: “Que cada oyente llegue a ser educador de vocaciones; que cada comunidad comprenda la centralidad de la Eucaristía y la necesidad de los ministros del Sacrificio Eucarístico; que todo el pueblo de Dios eleve la más intensa y apasionada oración al Dueño de la cosecha con el fin de que mande obreros a recogerla. Confiemos esta oración a la intercesión de la Madre de Jesús, el Sacerdote Eterno”.
Domingo 26 de abril de 2015. (Jn. 10, 11-18)