P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Dijo el Señor a sus discípulos: <<Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo>>. Los Apóstoles dijeron al Señor: <<Auméntanos la fe>>. Él respondió: <<Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Debería mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mando? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”>> (Lucas 17, 3-10).
“Auméntanos la fe”, creo que es una gran petición. Todo el mundo debiera ser capaz de hacer esta prerrogativa al Señor. Tengo la impresión de que una gran mayoría de las personas que se acercan a la vida eclesial y a la participación en la vida comunitaria lo hacen desde el conocimiento racional de un Dios que no está en su corazón. Es más, la gente atea pide cosas a Dios, con la sola intención de burlarse de los que sí creen y para comprobar su teoría de la no existencia de Dios.
Para aquellos que se acercan con una pequeña porción de fe, la experiencia de conocer a Jesús en su verdadero rostro, seguramente poco a poco los irá haciendo comprender que su entrada en el mundo es por los caminos normales de nacimiento en una familia con una larga genealogía y en un lugar situado geográfica y temporalmente. El crecimiento de la fe estará marcado por la experiencia que ha encontrado el mismo Jesús en su vida terrenal, en el amor profundo de un padre y de una madre que han dado todo por él, que lo han hecho experimentar la seguridad de un amor entrañable que incluso lo hace descubrir en la Palabra de Dios, en los Profetas y los Escritos, el rostro amable de un verdadero Padre y no de una amenaza que vigila siempre para castigar. Dios siempre te mira, pero para cuidarte, para consolarte, para que camines siempre con seguridad. Auméntanos la fe para poder descubrir que debemos caminar en la vida como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que todo depende de él, en la medida en que lo dejamos actuar.
Cuando se vive de esta manera, no hay obligaciones ni mandamientos dolorosos. La gente que se ha quedado en una visión antigua, siempre se quejan de lo difícil que es creer. No es fácil, pero es tan simple como abrir tu mente y corazón para acoger el Don de Dios que te impulsa siempre a dar más de lo que se te ha pedido. Cuando se ama, el servidor siempre entrega todo, no se cansa. Siempre inventa nuevas maneras de expresar ese amor que brota en su vida entera. El que no cree o está en camino a creer, experimenta todo como mandato que trae un castigo si no se logra la meta, y para él Dios siempre será una amenaza. El amor ha transformado todo en absoluta donación, el gesto de la cruz de Jesús es confianza plena en el amor del Padre y es entrega generosa por la salvación de quienes no pueden salvarse por sí mismos sin la intervención de quien nos ha creado.
En este mes estamos invitados a un gesto de amor hacia nuestros hermanos mayores. Es el mes del adulto mayor y nuestro país, así como la mayoría de los países ha aumentado el porcentaje de adultos mayores y muchos padecen abandono de las instituciones, enfermedades y lo más doloroso que es la soledad…
Vigésimo séptimo domingo del año, 5 de octubre 2025.