Este miércoles 12 de noviembre, en el templo Catedral de Talca, se celebró la misa funeral del padre Mario Molina Guaita. La comunidad diocesana se reunió para despedir con profunda gratitud a quien dedicó más de siete décadas de su vida al ministerio sacerdotal.
En un ambiente de recogimiento y afecto, sacerdotes, diáconos, religiosas, familiares y fieles de distintas comunidades participaron en la misa funeral, presidida por el obispo de Talca, monseñor Galo Fernández, y concelebrada por el obispo emérito, monseñor Horacio Valenzuela. El féretro fue colocado por sus hermanos sacerdotes frente al altar como signo de afecto ante este último adiós.
Durante su homilía nuestro pastor diocesano recordó con emoción la vida entregada al servicio del padre Mario, destacando su fidelidad, humildad y entrega en tantos lugares donde sirvió como párroco y acompañante de comunidades: “Buena parte de su larga vida fue abocada al servicio de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesucristo, el Señor.
Y eso animó su ministerio, parece interminable la cantidad de lugares en donde estuvo sirviendo como vicario parroquial los primeros años en la costa, en Hualañé, en Lontué, siendo párroco en varios lugares como San Clemente, El Rosario, Molina, La Merced y Santa Teresita y finalmente aquí en la parroquia El Sagrario, donde estuvo cerca de 25 años. En Molina también estuvo muchísimos años y le tocó ser el párroco cuando llegaba la madre Irene con las Hermanas del Buen Samaritano y por eso siempre se proyectó en el deseo de concluir sus días con las hermanas que cumplieron con acogerlo con inmenso cariño y cuidado”.
Además, monseñor Fernández destacó la participación del padre Mario Molina en la pastoral rural y su compromiso con el desarrollo del mundo campesino.
“Para quienes lo conocimos en la última etapa de su vida, ha sido siempre una sorpresa ir descubriendo los innumerables capítulos que tuvo su vida de servicio en la Iglesia. Sus primeros años involucrados en la pastoral rural, vinculado al Instituto de Educación Rural. Siendo parte de una Iglesia que se comprometía fuertemente por el desarrollo del mundo campesino, por su educación, por su dignificación. Y ahí estuvo don Mario muchos años. Le tocó la partida de don Manuel Larraín en ese oficio”.
“El testimonio de la vida de Mario es precioso: fidelidad a la Iglesia, comunión con sus hermanos sacerdotes y disposición al servicio extraordinario (…) Cuando ya no podía servir, anidó profundamente el anhelo de estar con Dios. No quería morir por huir de la vida, sino porque creía con todo su ser en el encuentro con su Señor.”
Luego de la homilía, el Vicario General, el padre Nelson Chávez, leyó los versos que el padre Mario había impreso en la parte posterior de su estampita de ordenación sacerdotal, palabras que reflejaban su espíritu contemplativo y su confianza plena en el amor de Dios.
Posteriormente, monseñor Horacio Valenzuela presidió el responso, rito final de despedida en que se encomienda su alma a Dios, pidiendo que le conceda el descanso eterno y la vida en plenitud junto al Señor.
Testimonios de cariño y gratitud
Antes de finalizar la eucaristía, el padre Mauricio Jacques, Vicario del Clero, expresó unas palabras en representación de los sacerdotes de la diócesis, destacando la huella pastoral que el padre Mario dejó en todos quienes compartieron su vida y ministerio: “Quisiera dar gracias al Señor porque don Mario nos contó en reiteradas ocasiones que él en este espíritu de servir a los demás cuando era joven, quería estudiar medicina para poder ayudar a los demás, pero fue invitado a una jornada donde había un sacerdote que daba el tema. Y después que escuchó al sacerdote, entendió que su vocación era consagrarse al Señor. Ese sacerdote era San Alberto Hurtado, y allí descubrió verdaderamente que su vida estaba al servicio, pero al servicio de Dios en esta Iglesia local (…) Damos gracias a usted don Mario, por su fidelidad a la vocación, por su fidelidad a la Iglesia, porque usted fue puente, puente entre muchas personas y Dios, nos enseñó lo que es la riqueza de la vida espiritual, gracias”.
También Hernán Molina, sobrino del padre Mario, ofreció un emotivo testimonio a nombre de la familia, recordando anécdotas y gestos de sencillez que siempre caracterizaron al querido sacerdote.
“Mi tío era muy cálido, cariñoso, alegre y de una lucidez extraordinaria. Cercano a la familia, a pesar de tener un tío cura, que es maravilloso porque entrega un montón de cosas, pero no se ve tanto porque nosotros estamos lejos, vivimos en Concepción. Sin embargo, recuerdo su cercanía y que era muy cariñoso, su entrada a la casa era alegre, de mucha lucidez, profundo en la conversación que nos preguntaba cada uno cómo estábamos. Trataba de transmitirnos sus consejos”.
La misa culminó y el féretro del padre Mario Molina fue acompañado por sacerdotes y fieles en procesión hasta el Cementerio Municipal de Talca, donde fue sepultado. Con emoción y gratitud, la comunidad diocesana dio gracias a Dios por su vida fecunda y su testimonio de entrega incondicional.