P. Luis Alarcón Escárate
Vicario Talca Ciudad y Past. Social
Capellán Universidad Santo Tomás
Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10, 1-10).
Celebramos este domingo del Buen Pastor. Estamos invitados a rezar por las vocaciones a la vida consagrada en una actitud agradecida por el bien que a través de la historia en muchas comunidades han sembrado de manera responsable y verdaderamente paternal los primeros misioneros y, luego, la inmensa multitud de sacerdotes que acompañan a las comunidades y las religiosas que en la educación o en el cuidado de los enfermos nos han mostrado la imagen de Jesús que se compromete con la suerte de todos los hombres y de manera especial con los más pobres y los excluidos de la sociedad. Seguramente recordamos muchos nombres. Al recorrer las calles de nuestra ciudad de Talca, he visto que las pocas calles con nombres que existen son nombres de buenos y santos sacerdotes que tuvieron un lugar en el corazón de la sociedad que los reconoce por su tarea responsable de dar a conocer el evangelio para que llegue al corazón de las personas y de ese modo al corazón del mundo. Su aporte ha sido importantísimo y se han dispuesto como la puerta que nos permite conocer el corazón amable y bondadoso de Dios que está atento a la realidad de todos los hijos. No han sido puertas cerradas y que dividen, sino que han sido puertas que llevan a descubrir paisajes nuevos y a tener la libertad de ir y venir. No como otras puertas que segregan, que encierran. Jesús, que es la puerta, nos anima siempre a entrar en la aventura de descubrir nuevas y mejores maneras de expresar el amor del Padre Dios. A veces conocemos gente que impide abrir puertas, que les gusta manejar el pensamiento y las acciones. Que imponen una moral y que se hacen la voz que critica y que acusa. Jesús hoy nos muestra que no es de esa forma. Su discusión con los fariseos es precisamente por esa actitud de imponer y de impedir las expresiones libres cuando se dialoga con el Señor y tratan de impedir su actuar concreto en bien de otros, como las sanaciones. Impedir las acciones de servicio en beneficio de la comunidad tratando de enseñar solamente ritos que no responden a los tiempos.
Jesús es el pastor que nos conoce y que nos invita a seguirlo cada día para tener alimento fresco y sano. Su propia palabra y testimonio nos fortalecen el espíritu y nos hacen descubrir la propia manera de ser. De hacerlo presente para que todos puedan encontrar la paz y vivir en paz. Un buen pastor siempre acompaña para que el otro se descubra y pueda responder desde su realidad, con sus talentos y con su creatividad. No hace gente en serie; esa forma ya hemos visto que infantiliza, y se transforma en abuso.
El buen pastor, vive y forma en libertad. Anima a los hombres y mujeres para que, conociendo a Jesús, puedan elegir responder de manera consciente a su llamada. El buen pastor debe ser un testigo y promotor de la alegría que ha conocido y vivido.
Rezamos en este día por la proliferación de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Los hijos y nietos deben descubrir esta llamada como una invitación a ser plenamente felices y más aún transmitiendo una buena nueva que hace a nuestro mundo un lugar de paz, de esperanza, de futuro:
“Dios, Padre y Pastor, tú quieres que no falten hoy día, hombres y mujeres de fe. Que consagren sus vidas al servicio del Evangelio y al cuidado de la Iglesia. Haz que tu Espíritu Santo ilumine sus corazones y fortalezca sus voluntades, para que, acogiendo tu llamado, lleguen a ser los Sacerdotes y Diáconos, Religiosos, Religiosas y Consagrados que tu pueblo necesita. La cosecha es abundante, y los trabajadores pocos. Envía, Señor, trabajadores a tu cosecha. Amén”.
Cuarto domingo de pascua, domingo 30 de abril.