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28 Jul2023

Sacar reservas de lo nuevo y lo viejo

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. << ¿Comprendieron todo esto?>>. <<Sí>>, le respondieron. Entonces agregó: <<Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo>> (Mateo 13, 44-52).

Las parábolas de Jesús nos permiten orientar de mejor manera nuestras búsquedas personales, de ahí que nos lleven siempre a revisarnos profundamente las motivaciones que tenemos para luchar cada día, para darle sentido a nuestra existencia. El Padre Hurtado decía que si le acertamos en esto estamos en el buen camino.

Hoy se habla de nuevos paradigmas, ya que una sociedad como la que conocemos tuvo sus cosas muy claras durante siglos. Hoy, en cambio, se dan de manera muy rápida grandes cambios producto del avance de la ciencia y la tecnología. Eso obliga a replantearse de manera seria y clara cuáles son los sustentos en los cuales se apoya la persona humana para no caer en la vorágine de esas transformaciones que nos mueven a conductas, pensamientos, búsquedas, etc. que nos hacen, en algunos casos, perder el sentido de la vida.

Para Jesús, es muy claro que el Reino de Dios es la gran motivación, es lo que está bajo su permanente actuación, no hay nada que no pase por ese filtro. Su vida familiar, su amistad, sus relaciones humanas externas, el trabajo y la manera de hacerlo; todo tiene como absoluto la voluntad de su Padre Dios y que se concreta en un Reino que poco a poco se va haciendo visible en las relaciones que se van dando entre todos: una sociedad que aprende a valorar a los demás y a la naturaleza, donde se da un rescate de la historia y de todas las expresiones que nos ayudan a respetar lo humano, para crear nuevas formas de encuentro.

Lo hemos aprendido en los dos años de confinamiento que tuvimos por la pandemia. Estábamos dedicados a vivir nuestra vida solos; la pandemia nos reunió, nos hizo estar cerca de nuestras familias y ¿por medio de qué? De aquello que antes era el motivo de separación de las familias: los medios de comunicación y todas las plataformas que existen. Hoy nos han hecho retornar a la base de nuestra seguridad personal, a nuestros hermanos y padres, nuestra familia, ojalá que se mantenga ese encuentro que redescubrimos en pandemia.

“Hoy se dan posturas honestas y valientes de hombres y mujeres que, desde una actitud básica de búsqueda sincera, sabe decir de verdad: <<Dios, si existes, haz que yo crea en ti>>. El misterio de Dios, según Jesús, se parece a un <<tesoro escondido en el campo>>. Quien un día lo encuentra se desprende de todo para hacerse con él. Encontrarnos con Dios.

Muchos cristianos viven hoy en un estado intermedio entre el cristianismo tradicional que alimentó los primeros años de su vida y una descristianización que ha ido poco a poco invadiéndolo todo.

De poco servirá a los cristianos confesar rutinariamente sus creencias si no descubren la fe como experiencia gozosa, cálida y revitalizadora” (Pagola, “El camino abierto por Jesús”, 158-159).

Décimo séptimo domingo del año, 30 de julio.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
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