Demo

  • Inicio
  • DIÓCESIS
    • Reseña histórica
    • Obispo
    • Gobierno Diocesano
    • Sacerdotes y Diáconos
    • Comunidades Religiosas
    • Fundaciones
    • Casas de Ejercicios
    • Colegios
    • Hogares
  • Vicarías y Departamentos
    • Vicarías
    • Archivo Parroquial
    • Comunicación Social
    • Formación
    • Catequesis
    • Liturgia
    • Depto. Jurídico
    • Administración
    • Espiritualidad
    • 1 %
    • Santuarios y Piedad Popular
    • Gestión Educacional
    • Centro Pastoral Curicó
    • Pastoral Vocacional
    • Pastoral de Animación Bíblica
  • Parroquias
  • Agenda del Pastor
  • Noticias
Demo
  • Inicio
  • Noticias
  • Comentario Dominical
  • “Tranquilícense, soy yo; no teman”
11 Ago2023

“Tranquilícense, soy yo; no teman”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás Talca

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. <<Es un fantasma>>, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: <<Tranquilícense, soy yo; no teman>>. Entonces Pedro le respondió: <<Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua>>. <<Ven>>, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: <<Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?>>. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: <<Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios>> (Mateo 14, 22-33).

Luego de una jornada exitosa, en la cual la multitud que seguía a Jesús se ha alimentado con los panes y peces que han sido multiplicados, viene la hora de continuar con la misión. Jesús se va a rezar, lo hace alejándose de todos, para escuchar sin ruidos ni alteraciones a su Padre. Para fortalecer su ánimo y su relación con Él, ya que ahí está su confianza plena.

Los Discípulos, han subido a la barca, obligados por Jesús. Y cuando se encuentran solos, les vienen las dudas y los grandes temores, sin el maestro tendrán grandes dificultades para creer y para expresarse. El Padre Pagola nos viene a iluminar este momento con su reflexión:
“En contra de lo que a veces pensamos, no es malo el miedo que se despierta en nosotros cuando detectamos una situación de peligro o inseguridad. En realidad, es la señal de alarma que nos pone en guardia ante aquello que puede, de alguna manera, destruirnos.

Por eso no es superfluo estar atentos a los temores que se están desencadenando hoy en la conciencia del hombre moderno. Hace algunos años, un diario francés en una encuesta realizada en la misma Francia sobre la angustia hablaba de tres grandes miedos colectivos.
El hombre occidental, bombardeado por infinidad de información que no llega a asumir, teme hoy la guerra atómica, los accidentes nucleares, la contaminación, la inseguridad ciudadana... Son temores que pueden reducirse al miedo a la violencia.

El segundo de los miedos nace de la inestabilidad laboral y la cesantía creciente. La crisis está provocando una competitividad laboral, unas rivalidades y una falta de solidaridad ciudadana que degenera en angustia y ansiedad de muchos ante su porvenir.

Finalmente se destaca el miedo a la soledad, el aislamiento y la marginación, sobre todo, en los grandes núcleos urbanos.

Si descendemos luego al plano de los temores concretos que agobian a los individuos, se puede observar que muchos de los miedos provienen de un modo de vivir absurdo y vacío de sentido.

Puede ser significativo el caso de aquel hombre de cuarenta años, casado y con tres hijos que se presentaba así ante su sicólogo: «Mi problema es que tengo miedo al infarto, miedo a suicidarme y miedo a enloquecer».

Tal vez, estos miedos de los hombres y mujeres de hoy nos están gritando que el hombre se pierde cuando pierde su centro y que la vida humana queda destruida cuando se destruye toda salida hacia la transcendencia.

Ciertamente, cuando un creyente, acosado por el miedo, grita como Pedro: “Señor, sálvame”, ese grito no hace desaparecer sus miedos y angustias. Todo puede seguir igual. Su fe no le dispensa de buscar soluciones a cada problema.

Sin embargo, todo cambia si en el fondo de su corazón se despierta la confianza en Dios.

Lo más importante, lo más decisivo de nuestro ser está a salvo. Dios es una puerta abierta que nadie puede cerrar. «La fidelidad y la benignidad de Dios están por encima de todo, por encima incluso de toda fatalidad y toda culpa. Todo puede recibir un nuevo sentido» (L. Boros)”.

Décimo noveno domingo del año, 13  de agosto.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

  • Inicio
  • DIÓCESIS
    • Reseña histórica
    • Obispo
    • Gobierno Diocesano
    • Sacerdotes y Diáconos
    • Comunidades Religiosas
    • Fundaciones
    • Casas de Ejercicios
    • Colegios
    • Hogares
  • Vicarías y Departamentos
    • Vicarías
    • Archivo Parroquial
    • Comunicación Social
    • Formación
    • Catequesis
    • Liturgia
    • Depto. Jurídico
    • Administración
    • Espiritualidad
    • 1 %
    • Santuarios y Piedad Popular
    • Gestión Educacional
    • Centro Pastoral Curicó
    • Pastoral Vocacional
    • Pastoral de Animación Bíblica
  • Parroquias
  • Agenda del Pastor
  • Noticias