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18 Ago2023

“Mujer, ¡qué grande es tu fe!”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás Talca

Jesús partió de Genesaret y se retiró al pais de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: <<¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio>>. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: <<Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos>>. Jesús respondió: <<Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel>>. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: <<¡Señor, socórreme!>>. Jesús le dijo: <<No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros>>. Ella respondió: <<¡Y, sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!>>. Entonces Jesús le dijo: <<Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!>>. Y en ese momento su hija quedó sana (Mateo 15, 21-28).

Quiero destacar en este día lo ocurrido el pasado martes 15 de agosto en el cual la Iglesia Diocesana de Talca, como cada año, continúa reuniéndose para celebrar la vida que surge de las búsquedas del Sínodo. Vida expresada en tantos hombres y mujeres que han entregado “su vida” para ser testigos de Jesús en medio nuestro, adultos mayores, jóvenes y niños que necesitan una palabra de esperanza cuando ven un futuro a veces incierto, para poder darle sentido a tantas búsquedas que brotan de los signos de los tiempos como han sido para nosotros las reflexiones del proceso sinodal. La iglesia de Jesús y las comunidades de vida religiosa no pueden permanecer indiferentes ante los clamores del Espíritu que nos dice que debemos estar donde hay dolores, que debemos hablar cuando no hay voces; eso ha ido ocurriendo desde hace muchísimo tiempo. El Sínodo que vivimos hace ya 30 años fue la voz de Dios que nos dijo que debíamos ser una Iglesia de Participación y Comunión, una Iglesia Misionera al Servicio del Reino y una Comunidad que se renueva permanentemente en el Espíritu.

Estos anteriores llamados no se han quedado solo en palabras, es cierto que siempre falta para alcanzar la perfección, quizás no lo veremos nosotros, pero nuestras tareas pastorales nos llevan a estar en plena comunión: es decir, configurados con el Señor para que lo que hacemos y decimos sea lo mismo que él nos ha dicho en la palabra revelada y, tomando en cuenta el tiempo actual, podamos pronunciarlas de tal manera que suenen frescas, como recién dichas por Nuestro Señor. Esta comunión no significa siempre decir que sí a todo lo que se propone, es un ejercicio de diálogo en toda la comunidad donde laicos y pastores disciernen lo que es más necesario para el tiempo histórico que se vive. Se equivocan aquellos que quieren dominar y tomarse la palabra creyendo representar a muchos, cuando la comunidad es mucho más que un grupo reducido de personas.

En el hoy, la comunión y participación significará estar de manera humilde en todos los espacios de conversación, de discusión de aquello que soñamos como país o comunidad. Con sus diferencias y sus distinciones culturales, pero en el mismo sueño de país con el aporte que le hace Jesucristo a la vida democrática.

Luego continuamos en la tarea misionera de hacer llegar el evangelio al corazón del hombre para que llegue al corazón del mundo. Es lo característico de los cristianos, hablar de aquello que le ha dado sentido a su vida y le hace estar siempre despierto y disponible para servir en todo lugar. Ha sido incontable la tarea misionera de estos años. Tantos hombres y mujeres que atentos al hambre de sus hermanos han llevado almuerzos, canastas familiares, atendido a adultos mayores, etc.; sin contar la infinidad de celebraciones utilizando las plataformas que nos ofrece la modernidad. Son los nuevos areópagos, como diría san Pablo, que estamos aprendiendo a usar ya que antes eran como los enemigos que separaban las familias y a generaciones de viejos y jóvenes: hoy todos nos unimos gracias a ellos y ha sido la manera de estar cerca de padres y madres, hermanos, amigos y compañeros de trabajo en el tiempo de pandemia.

Seguramente, como la mujer que pide salud a Jesús, muchos vendrán confiando en él, quien los acogerá y alabará su fe porque han visto su obra, el testimonio verdadero que atrae.

Vigésimo domingo del año, 20 de agosto.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

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