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29 Feb2024

Pasión por la vida

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás Talca

Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: <<Todos te andan buscando>>. Él les respondió: <<Vayamos a otra parte, a predicar también a las poblaciones vecinas, porque para eso he salido>>. Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios (Marcos 1, 29-39).

“Donde está Jesús crece la vida. Esto es lo que descubre con gozo quien recorre las páginas entrañables del evangelista Marcos y se encuentra con ese Jesús que cura a los enfermos, acoge a los desvalidos, sana a los enajenados y perdona a los pecadores.

Donde está Jesús hay amor a la vida, interés por los que sufren, pasión por la liberación de todo mal. No deberíamos olvidar nunca que la imagen primera que nos ofrecen los relatos evangélicos es la de un Jesús curador. Un hombre que difunde vida y restaura lo que está enfermo.

Por eso nos encontramos siempre a su alrededor la miseria de la humanidad: poseídos, enfermos, paralíticos, leprosos, ciegos, sordos. Hombres a los que falta vida; <<los que están a oscuras>>, como diría Bertold Brecht.

Las curaciones de Jesús no han solucionado prácticamente nada en la historia dolorosa de los hombres. Su presencia salvadora no ha resuelto los problemas. Hay que seguir luchando contra el mal. Pero nos han descubierto algo decisivo y esperanzador. Dios es amigo de la vida, y ama apasionadamente la felicidad, la salud, el gozo y la plenitud de sus hijos e hijas.
Inquieta ver con qué facilidad nos hemos acostumbrado a la muerte: la muerte de la naturaleza, destruida por la polución industrial, la muerte en las carreteras, la muerte por la violencia, la muerte de los que no llegan a nacer, la muerte de las almas.

Es insoportable observar con qué indiferencia escuchamos cifras aterradoras que nos hablan de la muerte de millones de hambrientos en el mundo, y con qué pasividad contemplamos la violencia callada, pero eficaz y constante, de estructuras injustas que hunden a los débiles en la marginación.

Los dolores y sufrimientos ajenos nos preocupan poco. Cada uno parece interesarse solo por sus problemas, su bienestar o su seguridad personal. La apatía se va apoderando de muchos. Corremos el riesgo de hacernos cada vez más incapaces de amar la vida y de vibrar con el que no puede vivir feliz.

Los creyentes no hemos de olvidar que el amor cristiano es siempre interés por la vida, búsqueda apasionada de felicidad para el hermano. El amor cristiano es la actitud que nace en aquel que ha descubierto que Dios ama tan apasionadamente nuestra vida que ha sido capaz de sufrir nuestra muerte, para abrirnos las puertas de una vida eterna compartiendo para siempre su amor” (“El camino abierto por Jesús” pág. 44-45. J. A. Pagola).

He querido compartirles este comentario del Padre Pagola porque hace tiempo que venimos padeciendo de algo más aterrador que lo vivido durante la pandemia y es el “sentido de la vida”, y qué necesario se hace descubrirlo para poder sanar de tantos otros males que nos afectan y son más graves que un virus -como el cariño, la pasión por la vida que nos contagia Jesús y de la cual nos podemos hacer discípulos misioneros-.

Quinto domingo del año, 4 de febrero 2024.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

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