P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó Ciudad-Rural y Pastoral Social
Dijo Jesús a Nicodemo: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios (Juan 3, 14-21).
En este domingo, les quiero invitar a leer el texto con una disposición que nos permita encontrarnos con el Dios de Jesucristo. Como lo hemos comentado en domingos anteriores, muchas personas se enfrentan a la cuaresma con la actitud de sentirse dominadores de la situación, que todo depende de mí y de los esfuerzos que haga para aprender algunas cosas religiosas: rezos mejor pronunciados, cumplir con el ayuno en los días establecidos, estar en las liturgias de precepto, etc.; y luego continuamos la vida como si nada, con la sensación de que nada cambió, todo sigue igual. Es por lo que hoy les invito como en tantas ocasiones a recibir la palabra del Padre Pagola, que nos presenta preguntas elementales, que nos vuelven hacia adentro y no quedarnos pegados en el simple actuar, en lo puramente ético. Nos hace respondernos en profundidad acerca de las cosas que creemos, y estamos convencidos. Para poder vivir las Fiestas de Pascua con renovada fe.
“El que realiza la verdad se acerca a la luz. Eliminado aquel Dios “infantil” en el que habían creído desde los primeros años de su infancia, hoy son bastantes las personas que ya no aciertan a creer en nada. No es que rechacen a Dios. Es que no saben qué hacer para encontrarse con él. Surgen entonces preguntas elementales a las que es necesario responder.
¿Hay que hacer algo para creer? Sí. No basta una actitud pasiva o frívola. Tampoco es suficiente “dejarse llevar” por la tradición religiosa de nuestros padres. Es necesario buscar un sentido último al misterio de nuestra vida. Pero, ¿qué hacer en concreto? Estar más atentos a los interrogantes, anhelos y llamadas que brotan constantemente de nuestro interior.
¿Se puede creer teniendo dudas? Sí. Para ser creyente no es necesario resolver con certeza todos las interrogantes y dudas que surgen en nuestro interior. Lo decisivo es buscar honestamente la verdad de Dios en nuestra vida. No es más creyente el que con más seguridad habla acerca de “los dogmas y la moral”, sino quien más se esfuerza por vivir en la verdad ante Dios.
Creer, ¿es sencillo o complicado? Creer es tan sencillo y, al mismo tiempo, tan complicado como lo es el vivir, amar o ser humano. Lo propio del creyente es que no se contenta con vivir de cualquier manera esta vida tan compleja y enigmática, y que encuentra precisamente en su fe el mejor estímulo y la mejor orientación para vivirla intensamente.
¿Se le puede obligar a uno a creer? No. A nadie se le puede forzar desde fuera para que crea. Cada uno es responsable de su propia vida y del sentido que quiera dar a su vivir y a su morir. Lo que todos podemos hacer es dialogar entre nosotros, compartir y contrastar nuestras propias experiencias, y ayudarnos a ser siempre más humanos.
Creer, ¿no es cuestión de temperamentos? Es cierto que hay personas que parecen “alérgicas” a todo lo religioso y personas que tienden a creer fácilmente en lo “invisible”. Sin duda, la sensibilidad y la estructura personal de cada uno pueden predisponer a adoptar una actitud u otra en la vida. Pero la fe no es asunto de personas “crédulas” o “sensibleras”. Todo hombre o mujer puede abrirse confiadamente al misterio de Dios, aunque cada uno lo haga desde su propio temperamento.
¿Hay algún método para aprender a creer? Si por método se entiende un programa organizado de aprendizaje, como por ejemplo, para aprender una lengua, no hay métodos ni recetas para garantizar la fe. Pero el aprendizaje de la fe sí exige unas actitudes de búsqueda y de honestidad; una voluntad de coherencia y fidelidad; la dedicación de un cierto tiempo.
En cualquier caso, hemos de escuchar con atención las palabras de Jesús: “El que realiza la verdad se acerca a la luz”. Todo el que se enfrenta a su vivir diario desde una actitud de honestidad y verdad interior, no está lejos de la luz”.
Cuarto domingo de Cuaresma, 10 de marzo 2024.