P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Curicó Ciudad-Rural y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: <<Señor, queremos ver a Jesús>>. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió: <<Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: “Padre, líbrame de esta hora”? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!>>. Entonces se oyó una voz del cielo: <<Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar>>. La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: <<Le ha hablado un ángel>>. Jesús respondió: <<Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí>> (Juan 12, 20-33).
Estamos ya en el quinto domingo de cuaresma, dentro de pocos días estaremos de lleno en la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Pareciera que el Señor lo intuye. Lo hemos compartido en muchas ocasiones anteriores: los profetas no son adivinos ni tienen poderes mágicos, aunque en algunos se revelaron acontecimientos asombrosos ya que traían consigo una revelación o un mensaje de parte de Dios. El Maestro es muy consciente de lo que ha ido despertando en las personas por su gran descubrimiento en la escucha atenta de la Palabra, los Profetas y la Ley, junto a los Salmos –la realidad del Misterio no tiene nada que ver con todo lo que nos enseñan hoy los fariseos y los sacerdotes junto a los maestros de la ley-, el descubrimiento de Jesús es que Dios es un Padre que ama y está atento a la vida de cada uno de sus hijos. Es puro amor, es todo lo que se ha escuchado en los acontecimientos del Bautismo y luego en la Transfiguración: Éste es mi hijo amado, en quien tengo mi predilección.
Lo que Jesús descubre no es únicamente una revelación en el ámbito de su vida personal, sino que es para comunicarla a todos los hombres y mujeres del mundo. He ahí su misión y su futura pasión. La tarea mesiánica de Jesús no es algo que se puede acoger fácilmente por quienes han usufructuado de los bienes, de los que han aprovechado lo que la viña ha producido y han hecho de todos unos simples esclavos y servidores, cumplidores de ritos que no transforman a las personas, unos aburridos repetidores de fórmulas que no salvan a nadie.
Eso es un peligro al que Jesús se arriesga y que intuye, su ministerio traerá consigo seguramente una muerte violenta y de cruz, por eso será levantado y atraerá a todos. Es el grano de trigo que debe ser molido para luego ser alimento para todos.
La opción de los que conocen a Jesús no puede ser sino la misma. Atreverse a darlo a conocer con creatividad y con valentía. Con la absoluta convicción de que el mundo mira hacia ese lado en el cual hay materialismo, hedonismo, consumismo y, los cristianos, al contrario, anuncian un mensaje de humildad, de hacerse el último, de perder para ganar.
Sin temor a ese posible rechazo, el evangelio de hoy nos presenta a extranjeros que quieren conocer a Jesús. Y no son solo ellos. El corazón humano busca esa realidad de Dios de saberse acogido, acompañado, animado. Que nuestra conversión de este tiempo cuaresmal nos lleve por esos caminos de crecimiento humano, que nos devuelva la paz, la hermandad, la solidaridad, todo aquello que surge cuando aprendemos a darlo todo por los demás, a perder para encontrar.
Quinto domingo de Cuaresma, 17 de marzo 2024.