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05 Mar2021

“¿Qué signos nos das para obrar así?”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: <<Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio>>. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu casa me consume”. Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signos nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: <<Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar>>. Los judíos le dijeron: <<Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?>>. Pero Él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie; Él sabía lo que hay en el interior del hombre (Juan 2, 13-25).

Hemos sido testigos de un importante número de templos que han sido destruidos por la acción de grupos diversos en el norte, centro y sur de Chile. Esa acción que podría ser calificada también de variadas formas: intolerancia, insubordinación, terrorismo, liberación, etc.; nos habla del reconocimiento de una institución dentro de la sociedad. Se le quiere hacer daño a lo que está arraigado en el corazón de las personas que es su fe, su creencia en el Señor Jesús y su deseo de que sean muchos los que lo conozcan y lo sigan.

El gesto profético de Jesús viene a purificar una religión vacía, que está llena de ambiciones personales y también de un grupo de personas que actúan como ministros de un culto que no libera, sino que pone trabas en la sociedad. Sabemos que dentro del templo se hacían grandes negocios a la hora de presentar los sacrificios ordenados por la Ley de Moisés, y muchos de ellos con gran injusticia, ya que al ofrecer un cabrito de propiedad del oferente debía pasar el visto bueno de los sacerdotes que le encontraban un defecto por el cual no podía ser sacrificado, pero ahí mismo había otro cabrito sin ninguna restricción pero que salía más caro. Esa situación que pongo de ejemplo traía frustración y sensación de explotación en el pueblo, además de experimentar una lejanía de Dios frente a los diversos conflictos que se presentaban en la vida personal y comunitaria.

Hoy, sin ninguna duda, existen algunas prácticas así en nuestras iglesias. Secretarias que atienden mal, agentes pastorales que se transforman en funcionarios, fieles que solamente practican ritos piadosos sin conexión con la realidad, etc.

Siguiendo a Jesús podemos aprender que lo fundamental es la ley del amor que es capaz de darlo todo por aquellos que se han acercado buscando amistad, consuelo, esperanza, y todo eso es gratuito. No tiene valor un servicio eclesial, es únicamente diálogo que se traduce en trabajo pastoral, en cercanía con los hermanos, en compromiso social para mejorar las condiciones del país en el cual vivimos porque la fe debe traducirse en grandes gestos que nos permitan mirar hoy el Reino de Dios prometido.

Podrán destruir los templos materiales, por diversas razones, ninguna de ellas se puede justificar, pero no se destruye la Iglesia, la asamblea de amigos y amigas de Jesús que lo hacen presente en el mundo.

Aunque no haya un templo visible, habrá un cristiano que seguirá trayendo el espíritu del resucitado a todo aquel que lo necesite. Los signos por los cuales los reconocerán será la paz que hacen posible, la justicia que se instaura, el amor que reina entre los hombres. Seguramente ahí podremos valorar lo que un templo trae en cada barrio, villa o población, que Dios no nos abandona, está cerca nuestro y lo sabemos porque amamos a los hermanos, porque vivimos lo que Jesús nos enseña.

Pidamos para que en esta Cuaresma podamos crecer en testimonio verdadero.

Domingo 7 de marzo, Tercer domingo de Cuaresma.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

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