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12 Dic2025

Juan el Bautista, prepara el camino del Señor

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: <<¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?>>. Jesús les respondió: <<Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!>>. Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y, sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él (Mateo 11, 2-11).

En este tercer domingo del adviento aparece la figura gigante de Juan el Bautista. Un profeta que ve lo que todos anhelaron: conocer al Mesías y ser testigo de los tiempos nuevos que su presencia inaugura.

Pero el evangelio lo presenta en una situación complicada: está preso debido a que ha criticado públicamente la relación que Herodes tiene con su mujer, considerada escandalosa ya que era esposa del hermano del rey. Seguramente la situación que vive le hace dudar de muchas cosas entre ellas la verdad acerca de Jesús: ¿será el que había de venir o debemos esperar a otro? La respuesta del Maestro es contundente, la da con las palabras que habían surgido del mismo Dios por labio de los profetas: los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos son purificados, etc.; los dolores humanos desaparecen. Son los signos por los cuales se conocería la llegada del Mesías.

La respuesta provoca la vuelta de los discípulos de Juan para contarle y seguramente animarle en su esperanza. Y Jesús alaba al Bautista, lo reconoce en su tarea de precursor, de disponer el corazón de los hombres y mujeres de su tiempo para que puedan reconocer a su salvador. Hoy necesitamos a hombres y mujeres que nos den signos y testimonio de esperanza, de fidelidad a toda prueba de que es posible la construcción de una sociedad nueva.

Los sistemas políticos han fallado todos. Ahora toca la oportunidad de escuchar otras propuestas y hacerlo desde la mirada de una comunidad que sueña su propio destino. Las elecciones que se realizan en cada lugar durante este domingo en la comunidad nacional son la posibilidad que tienen los ciudadanos de poder colaborar en la construcción de un lugar nuevo donde vivir, el Reino de Dios no es un espacio exterior fuera de los límites del planeta ni tampoco intramundano; pero lo que aquí construimos debe ser imagen de esa verdad que supera nuestra mirada y nuestra inteligencia. Porque se parte desde los dolores e injusticias de este mundo para aliviar y para conseguir la tan anhelada paz. Que no consiste en estar tranquilos e inmóviles, sino en que cada uno ha ido convirtiéndose: es decir, teniendo mirada nueva frente a las situaciones que nos duelen como el trato discriminatorio por ser niño, o ser mujer, o ser “viejo”, o de tal raza o cultura.

La paz consiste en que toda persona es considerada como tal y por esa razón parte del pueblo de Dios y amada por él. Necesitamos hombres y mujeres que nos animen la vida, no que cuenten chistes; sino que nos puedan mover al trabajo, a la oración, a los cambios de actitud.

Tercer domingo de Adviento, 14 de diciembre 2025.

29 Nov2025

“El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: <<Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca, y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada>> (Mateo 24, 37-44).

Estamos iniciando un nuevo año litúrgico. Leeremos los textos del Evangelista Mateo durante todos los domingos del año. El autor del evangelio durante este acompañamiento que nos hará pondrá énfasis en que Jesús es el cumplimiento de la ley y de las profecías del Antiguo Testamento. Esto parece indicar que se dirige a los judíos y deseaba que ellos supieran que Jesús era el Mesías.

Espero que podamos recibir cada domingo del año una buena noticia y que se puedan enriquecer con cada aporte que se entregue. Hoy quiero acudir al Padre Pagola, que muchas veces nos ha acompañado con su reflexión muy clara en cuanto a saber mirar los signos de los tiempos. 

“Los evangelios han recogido, de diversas formas, la llamada insistente de Jesús a vivir despiertos y vigilantes, muy atentos a los signos de los tiempos. Al principio, los primeros cristianos dieron mucha importancia a esta "vigilancia" para estar preparados ante la venida inminente del Señor. Más tarde, se tomó conciencia de que vivir con lucidez, atentos a los signos de cada época, es imprescindible para mantenernos fieles a Jesús a lo largo de la historia.

Así recoge el Vaticano II esta preocupación: <<Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura...>>.

Entre los signos de estos tiempos, el Concilio señala un hecho doloroso: <<Crece de día en día el fenómeno de masas que, prácticamente, se desentienden de la religión>>. ¿Cómo estamos leyendo este grave signo? ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo? ¿Es suficiente atribuirlo al materialismo, la secularización o el rechazo social a Dios? ¿No hemos de escuchar en el interior de la Iglesia una llamada a la conversión?

La mayoría se ha ido marchando silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que podían tener algo que decir. Ahora se marchan calladamente. ¿Qué hay en el fondo de su silencio? ¿Quién los escucha? ¿Se han sentido alguna vez acogidos, escuchados y acompañados en nuestras comunidades?

Muchos de los que se van eran cristianos sencillos, acostumbrados a cumplir por costumbre sus deberes religiosos. La religión que habían recibido se ha desmoronado. No han encontrado en ella la fuerza que necesitaban para enfrentarse a los nuevos tiempos. ¿Qué alimento han recibido de nosotros? ¿Dónde podrán ahora escuchar el Evangelio? ¿Dónde podrán encontrarse con Cristo?

Otros se van decepcionados. Cansados de escuchar palabras que no tocan su corazón ni responden a sus interrogantes. Apenados al descubrir el <<escándalo permanente>> de la Iglesia. Algunos siguen buscando a tientas. ¿Quién les hará creíble la Buena Noticia de Jesús?
Benedicto XVI durante su gobierno pastoral nos insistía en que el mayor peligro para la Iglesia no viene de fuera, sino que está dentro de ella misma, en su pecado e infidelidad. Es el momento de reaccionar. La conversión de la Iglesia es posible, pero empieza por nuestra conversión, la de cada uno”.

Primer domingo de Adviento, 30 de noviembre 2025.

21 Nov2025

Señor, ilumina nuestra vida

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: <<Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!>>. También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: <<Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!>>. Sobre su cabeza había una inscripción: <<Éste es el rey de los judíos>>. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: <<¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros>>. Pero el otro lo increpaba diciéndole: <<¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo>>. Y decía: <<Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino>>. Él le respondió: <<Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso>> (Lucas 23, 35-43).

Estamos celebrando el último domingo del año litúrgico. Y el texto que leemos este día nos presenta a Jesús como el Rey de los judíos. En una escena llena de dramatismo en el momento de la Pasión. Junto a la cruz de Jesús, dos crucificados junto a él: uno que se burla y otro que confía en este rey y le pide estar con él en la otra vida.

Es una imagen que muestra la verdad de la vida cristiana. Una de nuestras primeras experiencias en el encuentro con el Señor es la cruz, es en la situación de dolor, de enfermedad, de carencia o desorientación en la vida la que nos lleva a mirar a Jesús cara a cara y a iniciar una peregrinación de crecimiento en una dimensión espiritual que abarca la vida entera.

Y en otra dimensión, podemos reflexionar acerca de las expectativas que tenemos frente a Dios. Generalmente hay, en muchas personas, la concepción de que Dios está ahí para solucionar todo lo que nos pasa, es un “triunfador”. No es posible que ocurran ciertas situaciones si Dios está presente. Contrario a esa imagen contemplamos a un Señor que no se ve triunfante, sino derrotado. A punto de morir de una manera vergonzosa, como era el suplicio de la cruz.

El signo de este momento es descubrir que Dios asume toda nuestra condición humana, incluso la muerte, para redimirnos. Y esa realidad transforma el dolor en sanación, la condenación en salvación. El odio de aquellos que condenan en fuertes castigos y tortura a Jesús en un amor que se devuelve generosamente a toda la raza humana. De ahí que cada dolor que padecemos en enfermedades, guerras, catástrofes, divisiones puede ser un tiempo de purificación; por eso soportamos, no nos conformamos ni resignamos. Porque sabemos que el Señor no quiere el sufrimiento, pero es una actitud de donación, de servicio; para que, superadas las diversas calamidades, podamos mirar la tranquilidad del lago en el cual la figura de Jesús ha calmado la tempestad, su mano que se impone sobre el enfermo le trae la salud.

La comunidad cristiana es, en cada población o villa, pueblo o ciudad una pequeña porción de hombres y mujeres que sirven a los demás sin esperar nada a cambio: se la juegan por hacer canastas familiares, colonias de verano, construcción de sedes sociales, atención desinteresada a los enfermos, asesoría para postular a viviendas, preuniversitarios, etc.; algo que muchos no logran ver. Muchos creen que la oración es decir palabras. Otros creen que manifestarse es únicamente ir a la calle. Cuando nuestro Rey actúa de manera anónima. Y los conoce a todos.

Una palabra final para quienes en nuestras comunidades nos dan testimonio de Jesucristo Rey y en este día renuevan, que son los ministros y ministras enviados. Hombres y mujeres que junto a sus familias realizan un hermoso servicio de acompañamiento a las comunidades en todos los ámbitos, de formación en la fe y de celebración en los sacramentos de iniciación y despedidas de difuntos, sin ellos seguramente no se podrían realizar muchas tareas en nuestra Iglesia. Pedimos al Señor por ellos que han asumido y los que en el futuro asumirán también esta hermosa misión.

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, 23 de noviembre 2025.

14 Nov2025

“Tengan cuidado, no se dejen engañar”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Como algunos hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: <<De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido>>. Ellos le preguntaron: <<Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?>>. Jesús respondió: <<Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen: es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin>>. Después les dijo: <<Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo esto, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas>> (Lucas 21, 5-19).

Me parece muy interesante el comentario del padre Fredy Peña en la Liturgia cotidiana que nos dice: “El discurso de Jesús presagia el fin del Templo de Jerusalén, pero también provoca la pregunta por el cuándo sucederá lo que anuncia de parte de quienes lo siguen. Tres son los motivos que incentivan lo dicho por Jesús: la destrucción del Templo, la venida del Hijo del Hombre y el fin del mundo. Sin embargo, Jesús no sucumbe a la curiosidad de sus oyentes, ya que les responde con una invitación al discernimiento. Este discernimiento supone tomar postura ante las calamidades y catástrofes descritas que padecerá la humanidad y que no necesariamente inician el fin del mundo. Por lo tanto, el discernimiento de estas cosas debe llevar a los seres humanos a querer ser personas libres, sin temor y llenas de vida. De manera que, en toda situación de manipulación e injusticia, pueda nacer la esperanza de una sociedad más humana, justa y fraterna. Así se entiende, por ejemplo, que los “terremotos cósmicos” en boca del evangelista no sean sinónimo de catástrofes naturales, sino una indicación de que algo nuevo está por nacer en la historia, pero que no tardará en manifestarse o plasmarse”.

Luego, podríamos decir que cada día se da la destrucción del mundo cuando un hombre o mujer se convierte a Jesús. Hace algunos domingos atrás reflexionábamos acerca de Zaqueo, el cobrador de impuestos, el encuentro que se produce entre el hombre que busca a Dios y Dios que busca al hombre provoca una nueva criatura, porque ahora “daré el cincuenta por ciento a quienes les he cobrado injustamente y cuatro veces más a los que he robado”. El encuentro con el Señor lo ha dejado en la ruina, ha desaparecido aquél poderoso rico que dañaba a los judíos en nombre del Imperio. Hoy es Zaqueo, el convertido. Todo lo anterior ha sido destruido, no ha quedado piedra sobre piedra. Que significativo es este proceso que viene a liberarnos de las falsas imágenes que hablan de cosas que se han dado durante toda la historia de la humanidad: terremotos, guerras, pobreza, sequía, etc.

La llegada del Señor a nuestra vida trae como consecuencia que todas esas calamidades ya no existan porque nuestra manera de vivir el Reino de Dios tiene una dimensión sobrehumana, se dispara hacia la eternidad y no se queda en realidades pasajeras. Que podamos vivir estos días en oración junto a Nuestra Madre la Virgen María, que su aceptación de ser la Madre del Salvador nos mueva a responder de la misma manera, con alegría, con esperanza y sobre todo con un nuevo compromiso que haga llegar al Señor a otras realidades como cuando María visita a su prima Isabel, o mueve a su Hijo para iniciar su predicación en las Bodas de Caná.

Trigésimo tercer domingo del año, 16 de noviembre 2025.

10 Nov2025

“Todos, en efecto, viven para Él”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: <<Maestro, Moisés nos ha ordenado: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda”. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?>>. Jesús les respondió: <<En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él>> (Lucas 20, 27-38).

Hace algunos días atrás, muchos fueron a los cementerios para dejar flores y estar un rato con los seres queridos que ya han fallecido. Nuestra cultura, y es algo universal, tiene gran estima y cariño por los difuntos y le rinden tributo con oraciones y en algunas culturas del norte y sur les llevan alimentos para acompañarlos en la ruta que ahora han emprendido.

Nuestra fe confía en la palabra de Jesús que nos mueve a anhelar la vida definitiva que es compartir con el Señor en la eternidad. El Papa Francisco nos recuerda en la Exhortación “Christus vivit”, que hemos estado compartiendo en algunos domingos, en los números 124 ss.: ¡ÉL VIVE! “Pero hay una tercera verdad, que es inseparable de la anterior: ¡Él vive! Hay que volver a recordarlo con frecuencia, porque corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Eso no nos serviría de nada, nos dejaría iguales, eso no nos liberaría. El que nos llena con su gracia, el que nos libera, el que nos transforma, el que nos sana y nos consuela es alguien que vive. Es Cristo resucitado, lleno de vitalidad sobrenatural, vestido de infinita luz. Por eso decía San Pablo: <<Si Cristo no resucitó vana es la fe de ustedes>> (1Cor 15, 17).

125.Si Él vive, entonces sí podrá estar presente en tu vida, en cada momento, para llenarlo de luz. Así no habrá nunca más soledad ni abandono. Aunque todos se vayan Él estará, tal como lo prometió…

126.Contempla a Jesús feliz, desbordante de gozo. Alégrate con tu Amigo que triunfó. Mataron al santo, al justo, al inocente, pero Él venció. El mal no tiene la última palabra. En tu vida el mal tampoco tendrá la última palabra, porque tu Amigo que te ama quiere triunfar en ti. Tu salvador vive.

127.Si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en nuestra vida, y de que nuestros cansancios servirán para algo. Entonces podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede. Esa es la seguridad que tenemos: Jesús es el eterno viviente. Aferrados a Él viviremos y atravesaremos todas las formas de muerte y de violencia que acechan el camino.

Nuestra relación con el Señor pasa por la relación que tenemos con los hermanos hoy, es decir, nuestra actitud permanente de resucitados es un adelanto de aquello que tendremos en plenitud junto a Dios.

Ayer sábado, nuestros jóvenes peregrinaron desde el Santuario dedicado a Teresita de los Andes, en Paula hasta el templo jubilar de Limávida. Las palabras que el Papa Francisco les ha dirigido los invitan a caminar hacia la aventura de arriesgarse con él en el anuncio de la Buena Noticia del Reino, y lo harán como los resucitados, como aquellos que han sabido responder y se han mantenido fieles. Los acompañamos con nuestra oración y con el compromiso de darles testimonio de fe en aquél que vive.

Y no podemos dejar de mencionar que iniciamos el Mes de María, un tiempo de alegría y de encuentro con el Señor, animados por nuestra Madre.

Trigésimo segundo domingo del año, 9 de noviembre 2025.

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