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14 Nov2025

“Tengan cuidado, no se dejen engañar”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Como algunos hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: <<De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido>>. Ellos le preguntaron: <<Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?>>. Jesús respondió: <<Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen: es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin>>. Después les dijo: <<Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo esto, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas>> (Lucas 21, 5-19).

Me parece muy interesante el comentario del padre Fredy Peña en la Liturgia cotidiana que nos dice: “El discurso de Jesús presagia el fin del Templo de Jerusalén, pero también provoca la pregunta por el cuándo sucederá lo que anuncia de parte de quienes lo siguen. Tres son los motivos que incentivan lo dicho por Jesús: la destrucción del Templo, la venida del Hijo del Hombre y el fin del mundo. Sin embargo, Jesús no sucumbe a la curiosidad de sus oyentes, ya que les responde con una invitación al discernimiento. Este discernimiento supone tomar postura ante las calamidades y catástrofes descritas que padecerá la humanidad y que no necesariamente inician el fin del mundo. Por lo tanto, el discernimiento de estas cosas debe llevar a los seres humanos a querer ser personas libres, sin temor y llenas de vida. De manera que, en toda situación de manipulación e injusticia, pueda nacer la esperanza de una sociedad más humana, justa y fraterna. Así se entiende, por ejemplo, que los “terremotos cósmicos” en boca del evangelista no sean sinónimo de catástrofes naturales, sino una indicación de que algo nuevo está por nacer en la historia, pero que no tardará en manifestarse o plasmarse”.

Luego, podríamos decir que cada día se da la destrucción del mundo cuando un hombre o mujer se convierte a Jesús. Hace algunos domingos atrás reflexionábamos acerca de Zaqueo, el cobrador de impuestos, el encuentro que se produce entre el hombre que busca a Dios y Dios que busca al hombre provoca una nueva criatura, porque ahora “daré el cincuenta por ciento a quienes les he cobrado injustamente y cuatro veces más a los que he robado”. El encuentro con el Señor lo ha dejado en la ruina, ha desaparecido aquél poderoso rico que dañaba a los judíos en nombre del Imperio. Hoy es Zaqueo, el convertido. Todo lo anterior ha sido destruido, no ha quedado piedra sobre piedra. Que significativo es este proceso que viene a liberarnos de las falsas imágenes que hablan de cosas que se han dado durante toda la historia de la humanidad: terremotos, guerras, pobreza, sequía, etc.

La llegada del Señor a nuestra vida trae como consecuencia que todas esas calamidades ya no existan porque nuestra manera de vivir el Reino de Dios tiene una dimensión sobrehumana, se dispara hacia la eternidad y no se queda en realidades pasajeras. Que podamos vivir estos días en oración junto a Nuestra Madre la Virgen María, que su aceptación de ser la Madre del Salvador nos mueva a responder de la misma manera, con alegría, con esperanza y sobre todo con un nuevo compromiso que haga llegar al Señor a otras realidades como cuando María visita a su prima Isabel, o mueve a su Hijo para iniciar su predicación en las Bodas de Caná.

Trigésimo tercer domingo del año, 16 de noviembre 2025.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
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