P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles
Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: <<La paz esté con ustedes>>. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: <<¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo>>. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: <<¿Tienen aquí algo para comer?>>. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: <<Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos>>. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: <<Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto>> (Lucas 24, 35-48).
Como siempre ocurre, no nos damos ni cuenta y ya estamos en la tercera semana de Pascua, “casi, casi” a mitad de año. Anhelando el encuentro físico, o presenciales, como se dice por la participación eucarística, con los amigos y familiares. La alegría que experimentan los discípulos es porque pueden tocar y ver a Jesús con las marcas de los clavos en su cuerpo, lo que significa que es el mismo que murió quien ahora está con nosotros resucitado, no es un espíritu que se ve, pero no se puede tocar ni poseer en la amistad, en el abrazo fraterno y en el sentarse a la mesa como lo hacíamos en los cumpleaños de alguien de la familia o en las fiestas patrias o en navidad y año nuevo. Este encuentro de Jesús con sus discípulos lo anhelamos todos pensando en nuestros seres queridos que han estado viviendo en cuarentena casi un año completo (lo puedo decir por mis padres y hermanos).
Ahora bien, me resulta muy impresionante lo que Jesús dice cuando “les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras” y suscita preguntas a todos cuando dice <<Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir…>>; porque nos invita a reconocer que todo en la vida es un esfuerzo que vale la pena. El dolor sin sentido no es algo querido por Dios, ni los sufrimientos, ni la guerra, ninguna muerte: solamente esta que tiene un valor de redención, de verdadera entrega para que nadie más sufra en la historia. Pero para muchos queda la palabra que siempre repiten: ¡Es una prueba que el Señor te manda! Siempre me he rebelado ante esta frase. No la creo porque no está en la lógica de un Padre el provocar sufrimientos a su hijo para que pueda crecer, no es de alguien sano. La lógica divina es plantearnos desafíos que provocan a la creatividad, a un sano crecimiento en todas las dimensiones de las relaciones humanas y ahí sí, se puede comprender que era necesario el sufrir o el padecer diversas cuotas de dolor que me han llevado a entender que debía ser más solidario, que me tenía que “sacrificar para ser alguien en la vida”. Muchos no toman en cuenta que es una cuota de dolor el tener que levantarse temprano para ir al trabajo o al colegio, es un poco de dolor el tener que gastar la vida para comunicársela al hijo que ha nacido y tengo que cuidarlo alimentándolo, vistiendo, educando, etc.; todas las actividades humanas tienen esa cuota de sufrimiento que se supera porque podemos ver los frutos que han producido.
El Señor Jesús nos recuerda que su entrega generosa ha traído la vida y la posibilidad de que todo lo que hacemos se transforma en vida compartida y vida que da más vida. “Ustedes son testigos de todo esto”.
Domingo 18 de abril, Tercer domingo de Pascua.