P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús, se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: <<Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?>>. Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: <<¡Te seguiré adonde vayas!>>. Jesús le respondió: <<Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza>>. Y dijo a otro: <<Sígueme>>. Él respondió: <<Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre>>. Pero Jesús le respondió: <<Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios>>. Otro le dijo: <<Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos>>. Jesús le respondió: <<El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios>> (Lucas 9, 51-62).
Continuamos con el año litúrgico y retomamos el tiempo ordinario, o año del Señor. Y san Lucas nos presenta este texto que invita al seguimiento de Jesús. Podemos ver en el texto que algunos, motivados por la predicación de Jesús se ofrecen para servir, pero el Maestro, contrariamente a lo que otros harían tratando de “vender su pomada”, les plantea unos desafíos grandes: para uno la preocupación única por el Reino de Dios y la renuncia a los propios gustos. No existen en la misión otros criterios fuera de los que plantea el Señor Jesús, donde su estilo es el que mueve. Por lo tanto, si hay incomodidad, así debe vivir el discípulo, igual que su Maestro. Cuantas veces vemos gente que quiere colaborar, pero pone las condiciones y quiere que todo se haga según su propio entender, pareciera que quieren hacer una iglesia a su medida y a partir de eso, lo hemos visto y padecido: se ha caído muchas veces en abusos de poder y alguno ha derivado en abuso sexual, porque se ha perdido de vista al Señor Jesús, que es el único criterio para vivir.
En segundo lugar, nos presenta que este seguimiento de Jesús se debe iniciar en plena libertad, no se hace “para alcanzar libertad”. El hombre libre puede elegir y vivir como Jesús lo hace. Por lo tanto, implica un dejar incluso a la propia familia que, aunque te quiere, muchas veces se interpone en la opción de sus miembros y en honor a ella impone costumbres o tradiciones que mantienen a la comunidad humana con pobres desafíos, con baja reflexión y termina convirtiéndose en un grupo dogmático y continuador de tradiciones que no responden a la realidad que se vive hoy.
Y en tercer lugar podemos descubrir que no podemos quedarnos en el pasado, es un taco grande en todas las comunidades que conocemos. “Siempre se ha hecho igual”. Si bien es cierto, conociendo nuestro origen podemos cada día mejorar nuestra existencia como comunidad, es importante el poder mirar el futuro como realización de los deseos más anhelados por la humanidad. Es la posibilidad de hacer plena la vida de nuestra casa común, tomando conciencia de la contaminación de los mares y ríos, del aire que respiramos y de las relaciones “tóxicas” que muchas veces llevamos entre nosotros. Nunca el pasado ha sido mejor como algunos proclaman. El futuro trae todo lo que cada hombre o mujer puede aportar para hacer de este mundo el Reino de Dios. Es eso lo que está detrás de todo este llamado de Jesús que hace una invitación, por eso se niega a un castigo a los que no lo escuchan y lo expulsan de su país, el seguimiento debe ser producto de una conversión y opción personal. Y con su intolerancia, los apóstoles, terminan siendo peores que aquellos que ignoran quien es y lo que significa la predicación del Señor Jesús.
Domingo 26 de junio, Décimo tercer domingo del año.