P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social
Párroco de Hualañé y de La Huerta del Mataquito
Queridos hermanos y hermanas, hoy vemos a Jesús bajando del encuentro diario con su Padre en la oración. Para él lo fundamental es el diálogo que le permite conocer la voluntad de Dios que solo se conoce en el silencio y en la escucha atenta a su palabra que ha sido transmitida por medio de los profetas y los escritos, junto con la petición que brota de los Salmos que repetía cada creyente. El hombre y mujer de oración está preparado para responder en cada situación de la vida que se presenta para actuar según el criterio de Dios misericordia.
Un primer llamado en este día es a que podamos durante esta Cuaresma darnos tiempo para conversar con nuestro Padre Dios. Nuestros abuelos y padres han sido los que nos han transmitido esa buena costumbre que debemos contagiar. ¿Cuánto tiempo de nuestra vida dedicamos a la oración? ¿Cuáles son los temas que conversamos con él? ¿Lo hacemos desde la palabra de Dios en la Biblia?
La oración ayuda a discernir en situaciones extremas, y más aún cuando ese diálogo se da con verdad y tomando en cuenta lo que hemos reflexionado en domingos anteriores, Dios es un Padre que se conmueve ante el dolor de los más sencillos y se arrepiente de sus condenas, porque a Dios le interesa que el pecador se arrepienta y viva, no le interesa el castigo. Esa es la opción de Jesús cuando da su opinión frente al tema de la mujer adúltera. No niega el pecado. Solo ve a una mujer arrepentida y seguramente con una pobreza espiritual y material que la ha llevado a vivir de esa manera en la cual la han pillado. Jesús pone a todos los que estaban con una piedra en la mano en la situación de enfrentarse con la misericordia de Dios, pero hacerlo no desde el conocimiento intelectual sino desde la experiencia personal. Ahí todos debemos reconocer que hemos sido perdonados en muchas situaciones, a lo mejor más graves que lo vivido por la mujer. Así como la traición de Judas “se queda chica” ante la negación de Pedro, pero la diferencia en ambos casos está en que Pedro resiste la mirada de Jesús que lo acoge y perdona en cambio Judas se queda en la culpa que lo lleva a la muerte. Cada persona que había tomado una piedra para tirarla contra la mujer ha hecho el camino de dejarse mirar y en ese momento abrirse aunque sea a la fuerza que el amor y el perdón tiene la última palabra, no la muerte. ¿Nos dejamos interpelar por la palabra de Jesús? ¿Qué situaciones de mi propia vida me hacen botar la piedra que estoy a punto de lanzar hacia mi hermano?
Es bueno mirar la realidad en la cual nos encontramos, hay tantas situaciones que se nos muestran por medio de los noticiarios, redes sociales, en los cuales se hacen juicios públicos en diversas instancias. Creo que es necesario la transparencia en todos los casos, pero me impresionan los juicios lapidarios y la destrucción de la fama de personas que seguramente ya nunca volverán a ser respetadas por un error cometido. Repito, no quiero hacer la vista gorda en situaciones de injusticias, aprovechamiento de posiciones privilegiadas, etc.; pero acusamos, juzgamos y condenamos sin contemplaciones y ya no hay posibilidad de reconstrucción de la vida. Ahí es donde deberíamos ver con los ojos de Dios misericordioso que está atento a su hijo, como lo decíamos en el ejemplo del Hijo Pródigo y como hoy vemos en esta mujer caída y a punto de ser ajusticiada. Dios perdona porque nos ama.
Quinto domingo de Cuaresma. Juan 8, 1-11