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15 Oct2016

¿Para qué sirve rezar?

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social
Párroco de Hualañé y de La Huerta del Mataquito

Hemos reflexionado en varios domingos acerca de lo que significa la oración, y hemos recordado lo que don Carlos González, obispo de Talca anterior, nos decía siempre: “Orar es pensar en Dios con amor”. Es una definición que al mirar de manera superficial, o con la fuerza de lo que nos toca vivir hoy en materia de resolver tantas situaciones problemáticas en todos los niveles de la vida, no tiene mucha resonancia, no es práctica.

Y eso nos ha llevado a devaluar la oración, nos dirá el Padre Pagola, no es algo casual que hayamos ido perdiendo la capacidad de invocar a Dios y de dialogar sinceramente con quien es la fuente de nuestro ser.

En una sociedad donde se acepta como criterio casi único de valoración la eficacia, el rendimiento y la producción, no es extraño que surja la pregunta por la utilidad y la eficacia de la oración. ¿Para qué sirve rezar? Esta es casi nuestra única pregunta.

Se diría que entendemos la oración como un medio más, un instrumento para lograr unos objetivos determinados. Lo importante para nosotros es la acción, el esfuerzo, el trabajo, la eficacia, los resultados. Y, naturalmente, orar cuando tenemos tanto que hacer nos parece “perder el tiempo”. La oración pertenece al mundo de “lo inútil”.

Esta sensación nos puede ayudar a descubrir el verdadero sentido de la oración cristiana. De alguna manera es cierto que la oración es “algo inútil” y no sirve para lograr tantas cosas por las que nos esforzamos día tras día.

Como es “inútil” el gozo de la amistad, la ternura de unos esposos, el enamoramiento de unos jóvenes, la sonrisa de los hijos, el desahogo con la persona de confianza, el descanso en la intimidad del hogar, el disfrute de una fiesta, la paz del atardecer… ¿Cómo medir la “eficacia” de todo esto que constituye, sin embargo, el aliento que sostiene nuestro vivir?
Sería una equivocación pensar que nuestra oración solo es eficaz cuando conseguimos lo que hemos pedido a Dios. La oración cristiana es “eficaz” porque nos hace más creyentes y más humanos. Nos abre los oídos del corazón para escuchar con más sinceridad a Dios. Va limpiando nuestros criterios y nuestra conducta de aquello que nos impide ser hermanos. Alienta nuestro vivir diario, reanima nuestra esperanza, fortalece nuestra debilidad, alivia nuestro cansancio.

El que aprende a dialogar con Dios y a invocarlo “sin desanimarse”, como nos dice Jesús, va descubriendo dónde está la verdadera eficacia de la oración y para qué sirve rezar. Sencillamente para vivir. (“El camino abierto por Jesús”. Lucas. José Antonio Pagola, pág. 276)

Me ha parecido importantísimo compartir con ustedes este texto hermoso acerca de la oración, porque siempre se escucha hablar de que Dios siempre me da todo lo que le pido, y en lo personal he tenido la experiencia totalmente distinta. Nunca he sentido esa obediencia de Dios a mis peticiones, pero siempre a partir de la oración he podido descubrir los caminos que debo andar poder disfrutar cada día mi propia vida. En la intensidad, en el tiempo, en la calidad del diálogo con el Señor surgirán luego decisiones que cambiarán la vida personal y la vida de una comunidad si descubro que estoy llamado al servicio público. Y además me darán los criterios para poder vivir esa invitación con respeto y con una verdadera dimensión de justicia, no como el juez injusto que no quiere servir, sino que no quiere ser molestado.

Que nuestra oración sea siempre más profunda y con mayor apego a la vida sencilla de cada persona para que los frutos que surjan sean también de acuerdo a la verdadera necesidad.

Un saludo a tantos hermanos y hermanas que peregrinan hacia lugares de oración a María del Carmen en Rauco y en Sagrada Familia, y en la Costa en la localidad de Lora, a nuestra Señora del Rosario donde se baila y se reza con la fe de los negros y los encuerados.

Domingo 16 de octubre, Lucas 18, 1-8.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

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