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14 Jul2017

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles y Capellán Univ. Santo Tomás

“En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego, dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”.

Hoy celebramos una solemnidad que está muy arraigada en el corazón de nuestro pueblo chileno. En muchos lugares se vive una novena acompañada de oración y de preparaciones típicas de nuestros campos para compartir con las visitas que acompañan este momento.

Quiero invitarles a contemplar lo que significa para cada hombre o mujer la presencia de María: “ella es para cualquier momento, consolación y paz. Ella transforma la aspereza en dulzura, y el combate en ternura. Ella es benigna y suave. Sufre con los que sufren, queda con los que quedan y parte con los que parten. La Madre es paciencia y seguridad. Es nuestro gozo, nuestra alegría y nuestra quietud. La Madre es una inmensa dulcedumbre y una fortaleza invencible” (‘El silencio de María’; Ignacio Larrañaga).

Sabemos que una madre siempre está atenta a lo que su hijo requiere. Nunca lo dejará solo, aunque sea un momento límite como el que nos toca conocer en el texto bíblico. Ella permanece ahí y no solamente por el gran amor que profesa a Jesús sino porque además es una mujer creyente y ha guardado todas las cosas en su corazón, no solo ha conocido al hombre Jesús sino también al Señor, al que le ha dado casi la orden de iniciar su tarea misionera en las bodas de Caná.

Seguimos al Padre Larrañaga en su reflexión en la cual nos ayuda a purificar nuestra manera de tratar a la Virgen María, nos dice: “no cabe duda de que, en muchas partes, a lo largo de los tiempos, la devoción de María, ha constituido una paralización de las energías. Las medallas y los escapularios eran, para muchos, como amuletos mágicos, en lugar de ser la evocación de una Madre dinámica. Muchos buscan imágenes y cuadros, un algo que se puede tocar y besar, en lugar de buscar signos que despierten la fe y conduzcan al amor.

No siempre es así, ciertamente. Tampoco podemos hacer caricaturas, y universalizar. Muchas veces, todo está mezclado: superstición, interés y devoción verdadera.

Las grandes multitudes se acercan a los santuarios marianos con un fondo de buen sentimiento y de interés personal. Quieren conseguir algo, o agradecer un favor. A veces tenemos la impresión de estar asistiendo a una operación de compraventa.

María no es soberana, sino servidora. No es meta sino camino. No es semidiosa sino la Pobre de Dios. No es todopoderosa sino intercesora. Es, por encima de todo, la Madre que sigue dando a luz a Jesucristo, en nosotros.

María dará a luz, a Cristo, en nosotros en la medida en que nosotros seamos sensibles, como Cristo, por todos los necesitados de este mundo; en la medida en que vivamos como aquel Cristo que se compadecía y se identificaba con la desgracia ajena, que no podía contemplar una aflicción sin conmoverse, que dejaba de comer o de descansar para poder atender a un enfermo, que no sólo se emocionaba sino que solucionaba. En la medida en que nos ayude a encarnar, en nosotros a Cristo de los pobres.

María dará a luz a Cristo, en nosotros, en la medida en que tratemos de ser, como Cristo, humilde y paciente: en la medida en que reflejemos aquel estado de ánimo, de paz, dominio de sí, fortaleza y serenidad; cuando procedamos como Cristo ante los jueces y acusadores, con silencio, paciencia y dignidad; cuando sepamos perdonar como Él perdonó, cuando sepamos callar como él calló; cuando no nos interese nuestro propio prestigio sino la gloria del Padre y la felicidad de los hermanos” (‘El silencio de María’; Ignacio Larrañaga).

Domingo 16 de julio, Juan 19, 25-27.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
Todos los Derechos Reservados ©Diócesis de Talca-Chile

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