P. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal Talca Ciudad y Pastoral Social
Capellán Universidad Santo Tomás Talca
Se le acercó un leproso a Jesús para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: <<Si quieres, puedes purificarme>>. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: <<Lo quiero, queda purificado>>. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: <<No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio>>. Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes (Marcos 1, 40-45).
“La felicidad solo es posible allí donde nos sentimos acogidos y aceptados. Donde falta acogida, falta vida; nuestro ser se paraliza; la creatividad se atrofia. Por eso una <<sociedad cerrada es una sociedad sin futuro, una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma>> (Jürgen Moltmann).
Son muchos los factores que invitan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a vivir en círculos cerrados y exclusivistas. En una sociedad en la que crece la inseguridad, la indiferencia o la agresividad es explicable que cada uno tratemos de asegurar nuestra <<pequeña felicidad>> junto a los que sentimos iguales.
Las personas que son como nosotros, que piensan y que quieren lo mismo que nosotros, nos dan seguridad. En cambio, las personas que son diferentes, que piensan, sienten y quieren de manera diferente, nos producen inquietud y temor.
Por eso se agrupan las naciones en <<bloques>> que se miran mutuamente con hostilidad. Por eso buscamos cada uno nuestro <<recinto de seguridad>>, ese círculo de amigos, cerrado a aquellos que no son de nuestra misma condición.
Vivimos como <<a la defensiva>>, cada vez más incapaces de romper distancias para adoptar una postura de amistad abierta hacia toda persona. Nos hemos acostumbrado a aceptar solo a los más cercanos. A los demás los toleramos o los miramos con indiferencia, si no es con cautela y prevención.
Ingenuamente pensamos que, si cada uno se preocupa de asegurar su pequeña parcela de felicidad, la humanidad seguirá caminando hacia su bienestar. Y no nos damos cuenta de que estamos creando marginación, aislamiento y soledad. Y que en esta sociedad va a ser cada vez más difícil ser feliz.
Por eso el gesto de Jesús cobra especial actualidad para nosotros. Jesús no solo limpia al leproso. Extiende la mano y lo toca, rompiendo prejuicios, tabúes y fronteras de aislamiento y marginación que excluyen a los leprosos de la convivencia. Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos” (“El camino abierto por Jesús”. Pág. 55-56. P. José Pagola. Ed. PPC).
Me parece una reflexión muy lúcida del Padre Pagola, es por eso que les comparto su palabra que nos permite reconocer que los leprosos no son solamente los que padecen la enfermedad (ya casi extinta), porque la experiencia de marginación, de no participación en la vida de la sociedad es algo muy actual, son muchos los que se mantienen únicamente mirando lo que sucede porque no tienen cabida o bien miran todo con escepticismo y todo es una conspiración. Les invito a extender la mano como lo hace Jesús para acoger y sanar a tantos que padecen de esa lepra que se experimenta en el corazón y en la mente, de estar ajenos a lo que sucede, a lo que se decide, a lo que viene.
Sexto domingo del año, 11 de febrero 2024.